Los puertos en las islas son lugares muy especiales, ya que hasta la aparición del transporte aéreo era el único punto de contacto con el resto del mundo. A los puertos llegaban y partían sueños, abundancia y felicidad. Con el paso de los años se han transformado en espacios vivos. Y uno de los mejores ejemplos de este cambio es el Puerto de Ibiza, un ejemplo de modernidad incrustada en la historia, en el que un ambiente cosmopolita se apodera de su atmósfera.

Resulta increíble pensar que en la ubicación que se encuentra actualmente, ya funcionaba como base naval con la llegada de los cartagineses en el año 650 a.C y siguió de la misma manera con los romanos, que no dejaron pasar la oportunidad de aprovechar su importante actividad comercial. A finales del siglo XIX se inicia la construcción del puerto moderno según proyecto del ingeniero Emili Pou, pero no finalizo hasta 2003, con el dique de abrigo junto al faro de Es Botafoc, en 2003.

El centro neurálgico, lo que se conoce popularmente como “El Puerto” es La Avinguda de las Andanes, en paralelo al barrio de La Marina. Un paseo peatonal tras las últimas reformas, que permite caminar tranquilamente observando el colorido y la vida en ebullición. Para rememorar su época hippie, frente al monumento a los Corsarios se reúnen cada noche de verano decenas de artesanos, que ofrecen sus obras de arte en el mercadillo del puerto. 

En El Puerto puedes encontrar todo aquello que necesites, restaurantes tradicionales o de cocina vanguardista, pequeños bares donde beber unos chupitos, pasar el rato y celebrar con tus amigos, terrazas de diseño exclusivas en las que calentar motores antes de una jornada Clubbing, y tiendas de moda que abren sus puertas hasta altas horas de la madrugada.  

Lo que marca la diferencia en El Puerto es su gente, el aroma distintivo que se respira, la pasarela de moda improvisada que se coloca en sus calles todos los días de la semana y los maravillosos personajes llenos de purpurina y glamour que te saludan a la puerta de los locales. Un espacio libre de prejuicios, de malos rollos, de miradas inquisitivas, un punto de encuentro moderno y bizarro en el que el mismísimo Andy Warhol se hubiera sentido como en casa.

Perderse en El Puerto, es la mejor opción.