A mediados del siglo XX, Ibiza continuaba en cierta forma aislada, una sociedad agrícola y pescadora en la que la palabra turismo sonaba lejana. La isla vivía tranquila en su micro mundo hasta que comenzaron a aparecer por sus calles y por sus playas unos jóvenes melenudos que vestían raro, que hablaban lenguas extranjeras y que siempre tenían una sonrisa en la cara. Los hippies (o peluts según los ibicencos) habían llegado a la isla y cambiaron su esencia para siempre.
No se sabe con exactitud cuándo llegó el primer hippie a la isla, ni por qué eligieron este pedazo de tierra en medio del mediterráneo como retiro espiritual. Lo que sí se sabe es que las familias ricas de Estados Unidos, mandaban a sus hijos a Ibiza huyendo de la llamada a filas para la guerra de Vietnam. Lo que comenzó como una excepción, como algo anecdótico comenzó crecer rápidamente. Cientos y cientos de jóvenes cruzaban el mar para desembarcar en la isla que representaba su ideal utópico y a la que acudían algunos de sus héroes musicales.
En las guías hippies de aquella época, Ibiza era uno de los vértices del llamado triangulo hippie junto a San Francisco y India. Si te considerabas un hippie de los pies a la cabeza debías peregrinar a estos destinos al menos una vez en la vida. Del aislacionismo casi absoluto, Ibiza pasó a ser en periodo corto de tiempo un destino cosmopolita y el refugio de artistas, poetas, escritores, músicos, filósofos y diseñadores.
No hubiera sido extraño que ante tal invasión, los ibicencos hubieran tenido una actitud poco tolerante. Pero sucedió todo lo contrario. Con algunas excepciones de problemas y encontronazos ante el choque de mentalidades, la convivencia fue agradable y respetuosa. Es más, muchos de los primeros hippies en llegar a Ibiza se convirtieron con el tiempo en payeses de pleno derecho.
Fue el movimiento hippie quién situó Ibiza en el mapa, el que consiguió globalizar el nombre de la isla y el que permitió el despegue definitivo de la industria turística en las pitiusas. El impacto ha sido tan fuerte que la onda expansiva dura hasta nuestros días. Incluso la abrupta irrupción de la cultura Clubbing no ha podido acabar con la identificación de Ibiza con la esencia hippie. Buena prueba de ello son los numerosos mercadillos en diferentes municipios, las incontables fiestas de temática flower power, y la colorida presencia de auténticos hippies que mantienen viva la llama de los años sesenta.