Si en el paraíso existiera un mar en el que sumergirse, sin duda alguna ese mar sería idéntico al que rodea Formentera y que ha conseguido atraer y enamorar a miles de turistas. Sus aguas son el complemento perfecto para una isla donde se respira tranquilidad y naturaleza, unas aguas de un color azul turquesa intenso que invitan a adentrarse en ellas. Su pureza es tal, que esta excepcionalidad les ha servido para entrar en el catálogo del Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Esta pureza, este efecto hipnótico no es fruto de la casualidad ni del azar. Su trasparencia se debe a un proceso natural, en el que la gran protagonista es la planta submarina por excelencia de las Pitiusas: La Posidonia.
La posidonia es posiblemente el organismo vivo más longevo, se estima que esta planta tiene más de 80.000 años de historia. La posidonia forma densas praderas, formando una capa vegetal característica y que se extiende por los fondos marinos de las diferentes islas de las pitiusas. Existe una creencia extendida que afirma que la posidonia es un alga, gran error, ya que se trata de una con raíces e incluso frutos. La posidonia libera una gran cantidad de oxigeno, este es el motivos para que muchas especies marinas la consideren su refugio. Además contrarresta el transporte de sedimentos por las corrientes marinas y funciona como un “rompeolas” natural que protege la costa y transforma las aguas en un remanso de paz. Gracias a su presencia la posidonia no solo purifica el agua, también el aire de que respiran los habitantes de las islas cercanas. Todos estos factores son los que hacen posibles ese color turquesa tan particular y tan fotografiado.
Si deseas vivir una experiencia de playas de arena y aguas cristalinas, no necesitas a travesar todo el mundo para vivirla. Muy cerca, en un pequeño archipiélago del mediterráneo, encontrarás una isla con un mar en calma y de unos colores que ni el mismísimo Monet hubiera sido capaz de plasmar.